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miércoles, 10 de marzo de 2010

Caminos de seda II

Ignoraba a la gente que se encontraba alrededor, para proseguir con el viaje que había comenzado desde los altos montes, tan lejos de la metropolitana ciudad. A su espalda llevaba un saco, con una cantidad abundante de verduras. Era curioso que, pese a su edad, era capaz de cargar tanto peso, aunque, de cualquier modo, no era de extrañar debido a que esos individuos, rupestres y definidos tambien como brutos, estaban curtidos después de una larga vida de trabajo, teniendo una fuerza inmesurable. Mejor era no cruzarse con una de sus manos.

Aunque fuese lógico pensar que se dirigía hacia la recova* de la ciudad, no fue así, caminando cuesta abajo por el entrelazado de callejuelas que conformaban el casco viejo de la ciudad, por las cuales transitaban personajes peculiares, prostitutas y mendigos. Continuó por la calle central hasta desviarse hacia la derecha en una esquina más oscura aún si cabe de lo que ya era aquella lúgrube zona.

Se paró frente a una casa algo desaliñada y afectada por el paso del tiempo. En sus días de gloria debió pertenecer a una familia adinerada por su extravagante arquitectura exterior, sin embargo, hoy parecía un edificio abandonado. Tocó tres veces en aquellas puertas robustas, hechas por una exquisita madera de roble -puede que lo único que cuidasen tan bien-. Abrieron.

- ¿Se encuentra la señora?-dijo.

Lo hicieron esperar unos segundos hasta que finalmente entró.

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* mercado

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Caminos de seda I


La muchedumbre miraba fijamente al pobre mago*, que había bajado desde su mínusculo pueblo para poder vender lo que había cosechado en los campos. Esas miradas eran de incredulidad, ya que no era frecuente en esos días modernos que alguien vistiese esos ropajes. Sí es verdad que la agricultura formaba parte de la cultura local, pero quizás lo que más sorprendía de este pobre señor era la tradición que inspiraba. Pero, como siempre ocurre con estas personas, que al fin y al cabo son bastante peculiares, comenzó el circo en contra de su persona.

Burlas y risotadas.

Él se sentía sitiado, como si de un ser extraño se tratase, lo cual era cierto, porque así era como la gente lo veía pero el hombre no lo supo averigüar. Sólo sabía que iba a tratarse de un camino angosto, no de seda.

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*hombre de campo